NEW YORK, SEGUNDA ERA, por Jack Farfán Cedrón
Mañana soleada.
La Ciudad Nueva hacia 1973,
por donde pasa el cometa Ícarus,
un día de diciembre,
crea la vaga premonición
de un cataclismo de argenta cabellera.
28 años después,
ahora cuantificables por el tósigo,
la desesperanza, el horror;
aquella desgracia,
como profetizada por el Ícarus,
ocurre entre flores y sol,
un día primaveral,
próximo al estado de Connecticut.
El secuestro de los aviones caza el aire
rarificado,
un 11 de septiembre de 2001.
La caída de Las Torres Gemelas
del World Trade Center,
en Ciudad de Nueva York,
traduce esa peste del odio que nos ve crecer,
nos alimenta, alienta fanatismos,
guarece el animal infernal
que siempre nos habitó:
el odio.
Aquel 11 de septiembre,
supongo que más de un muerto
se despidió de su país Alegría,
pero la colisión desgarra;
y ellos, los muertos, ya no cenarán más,
donde sus deudos rondan, vestidos de negro,
y espesas lágrimas de plata
enriquecen escudillas vacías.
El vaho de la guerra,
el vaho del terror,
el vaho de los muros interiores
enceguece los espíritus,
donde siempre estuvo
erguida la miseria de las almas.
Ahora escucho Vera, de Pink Floyd
y todo cae desde adentro.
La Ciudad Nueva recrudece,
a pesar de que los muros, ahora,
se tornan invisibles;
pero regreso y todo está ahí.
Los trozos de ladrillo descansan
sobre un escritorio;
un dedo gordo ensangrentado
y amarillo por el tabaco.
Es un hombre que llora su sangre sobre ceniza.
Alguien dijo “wonderfull”, bajo la colisión,
alguien filma la escena por la que recibirá
$16 000 por las imágenes ¾.
¡Vera!, ¡Vera!, ¡Vera!,
lamenta Pink Floyd;
alguien deberá derribar The Wall;
alguien tuvo que gritarlo:
¡No más guerras interiores!
¡No más guerras interiores!
¡Abajo los muros interiores!
Ahora, la explosión en la pantalla de TV.
Seres de piedra blanden banderas verdes,
las hojas están marchitas;
las flores primaverales están incineradas.
¡¿A quién hemos derrotado,
¡por Dios Santo!
Nadie podrá calmar la sangre de una canción
triturada entre sesenta y seis mil millones
seiscientos sesenta y seis mil seiscientos
sesenta y seis. Punto nueve muertos,
paracaídas de adioses pañuelos,
que jamás vendrán,
bajo la colisión
profetizada por el cometa Ícarus.
Jack Farfán Cedrón
De: Pasajero irreal (2005)
Cajamarca, septiembre 11,2001-mayo 27, 2024
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