La 'música de cámara' de "Catorce Piezas", reseña del libro de cuentos de Javier Farfán Cedrón
La música de cámara de Catorce Piezas
Javier Farfán Cedrón
Catorce Piezas
(reseña)
El Cabuyal Editores, 2023
89 págs.
Escribe: Jack Farfán
Cedrón
La doble intención de hacer
intervenir al lector en cada cuento lleva como una insignia la afable sensación
de que el lector también escriba su propio relato mientras lea. Cada pasaje,
cada personaje y su punto de vista, particularmente, hurgando en los recovecos de
estas narraciones, nos dieran acaso la impresión de estar contadas como cuando
un caballo, que, al galope se acerca, redoblara determinado suceso.
Me explico: toda narración corta
entraña el hálito lírico en su concepción compacta e ilusoria de ir devaneando
lazos comunicantes que a su vez se bifurcan en capilaridades léxicas con que
viene insertada, no sólo la ausente linealidad de lo narrado, sino también su
técnica varia, sobreentendida. Polifonía de sus héroes, parlantes, actuantes en
el proceso narrativo.
No es casual, si nos remontamos a
Juan Rulfo, que nos despierte la leve sospecha de que, durante la escritura de Pedro
Páramo (1955), ya había leído a William Faulkner. Y puedo asegurar que el
autor de Santuario (1931), a su vez, ya tenía como basamento técnico a
ese gran armatoste de referencias homéricas que cierra con el monólogo de Molly
Bloom: Ulises (1922).
Cuenta la leyenda pagana, que
Alfred Jarry le heredó a Joyce la técnica caótica, fragmentaria, risueña,
hilarante, llena de fraseología, refranes, clichés en clave de doble sentido.
Quizá un surrealista anterior a El Bosco, ya pestañeaba cada madrugada llenando
a tintero y gallos madrugadores el surrealista modelo del Ulises.
No estamos aquí para suscribir
técnicas psicoanalíticas a la palestra de este comentario de cuento; pero, por
sentido común y lógico, porque nada está bañado de un descubrimiento bajo este
sol de todos los días, la técnica usada por innumerables escritores está ahí,
libre, para todo el mundo, para quien sale el sol, el mismo que alumbra a un
cristiano letrado como a un asno condecorado con el oro mísero de su ignorancia.
Es cuestión de abarcar esa
legibilidad de una historia bien contada. Captar la atmósfera del cuento,
hacerla una sola y compacta burbuja. Que, en nuestra fantasía narradora, esa
bella y colorida burbuja no reviente hasta el final, hasta un buen desenlace.
Lo demás, la forma cómo la contamos, las técnicas usadas, el punto de vista del
narrador; el tiempo novelado y el real, es ya un cantar que cada alfarero
literario moldea a su enrevesado antojo. Vuestra técnica es libre, como el
atrapasueños que cada noche nos roba la lengua sedienta y va por agua al
manantial fantasioso. La maravilla narrada, cada insano nos la regala, a
nosotros, mortales lectores que no advertimos de quién fue la técnica ni de qué
parroquiano la hereda. La técnica es vuestra, la historia, dueña es de los
lectores.
Esta vez, Catorce Piezas
nos procura un recorrido vital de un narrador que ha explorado con un rigor que
se evidencia por las técnicas de fabulador omnisciente. Aborda la polifonía de
sus personajes, el diálogo separado por comas, por un punto en la línea
abierta, en el dialogo faulkneriano, en la parquedad de la frase; acaso perlas
silenciosas cayendo en el harnero de las historias.
A continuación, gloso unas
cuantas viñetas acerca de algunos de estos catorce relatos del libro.
El primer relato, “Travesía en
station wagon”. Lenguaje de lo sugerido. Un narrador, a la vez personaje, a la
vez omnisciente, explora el paisaje, las montañas, la sierpe carretera adonde
se dirige la hija del narrador, una pequeñita, quien, herida del pie, tiene
accesos de fiebre durante el trayecto a una ciudad.
Los elementos que concatena, como
la vez en que el abuelo del narrador de la historia lo llevó a conocer el
potrero, asocia el olor a hierba y el disparo a una mula herida, para que no
sufra. La gran ciudad, como luces en procesión, se avecina mientras el auto va
llegando a su destino, que no es otra cosa que, ¿acaso la cura tardía?, ¿acaso
esa muerte ya maliciada por el lector activo, que lleva ese dato escondido,
seguramente adivinado, como una tarea, no de quien degusta lo contado, sino más
bien del que asume su propio final?
“Un campo de arcilla roja”. Vislumbrado como desde un vidrio que se crea el personaje narrador. Vidrio catedral, empañado. Veladura que su propia realidad visionada crea, para paliar la cruenta escena de Barboza y Esteban. Una pelea a ojos vistas, desigual, abusiva. Pero la escena es observada por expectantes, excitados estudiantes que arrojan papeles arrollados, cáscaras, piedras, al campo de arcilla roja, coso donde dos perros de presa libran una cruenta batalla ajena a los docentes (¿Dónde estarían? ¿Es culpa suya? ¿Quién es responsable de aquella humillación y ultraviolencia del matonsísimo Barboza?). La violencia a la que se ven expuestos sus seres que habitan cada historia, se desarrolla como catapulta hacia un camino de redención. Refiriéndose a este relato, Javier Farfán Cedrón dice en la contratapa:
“El pretexto de la violencia escolar para explorar los
mundos presentes en el día a día: niños actuando roles dictados por sociedades
desiguales, con ruptura de reglas —el individuo, objeto de indignidades
maquinadas por poderes corruptos aliados con la complicidad silenciosa de los
demás”.
Pero esta batalla pueril (de
apariencia pugilística en clave bufa) que termina en un golpe sorpresivo,
sangriento, atrae a los escolares como imanes de polos diferentes,
esparciéndose, despavoridos, unos; y otros lamiendo la sangre viva del reguero
fratricida. Cada quien, salvando su pellejo, escapando de un nosocomio escolar,
donde uno va a estudiar, a jugar, a tener amigos; a formar la ronda para jugar.
Pero también a ser maltratado. El bullying o acoso escolar persiste en
la actualidad. No es como en tiempos remotos, es más tétrico, ultraviolento,
sistemático, clasista, discriminador; si no exagero un poco, es casi una masacre.
Todos contra uno, “…mirando
desde una distancia remota, espectadora, del otro lado de un vidrio invisible–” (Farfán, J., 2023, p. 12). El autor de Catorce Piezas (El Cabuyal Editores, 2023), llega al
culmen del dolor; lo convierte en cuasi calvario al que ir todos los días con
los huevos fritos quemantes dentro del estómago, que se mezclan a la avena,
como una bola de miedo por desayuno; que estremece al adolescente Esteban: “Sus ojos hinchados
miraban desde una eternidad. Estaba en paz; como si hubiera llegado a su
destino.” (Farfán, J., 2023, p. 12). Al final del relato, el
narrador personaje retira de sus ojos 20/20 el visillo de esa crudelísima
realidad; salta la barda y huye sin mirar atrás, como olvidando un tour de
force al que jamás regresará, como aquel presidiario del film Expreso de
medianoche (1978), que escapa de una cárcel de Estambul; y salta de
alegría, al verse libre de ese infierno.
“Un lugar con abrigo y consuelo”
es un cuento acerca de un asesinato o un suicidio de un retrasado mental que
era cuidado por su hermano; o quizás al revés. La noche que aparece una soga
pendiendo del puente colgante, Él, se abotona la camisa raída y desgastada como
abrigándose para un salto más grande que la realidad de pastar, cuidar vacas y
cazar venados: la muerte. Final abierto. Historia de corte policial.
“Escena antes del amanecer” nos
retrotrae a “¡Viban los compañeros! Pedro Rojas”, quien dibujaba en la pared
palotes (poema “Pedro Rojas”, de César Vallejo). Un hombre que bajo los
bombardeos no paraba de escribir con su lápiz azul. La historia que se escribe
a sí misma sin un solo parpadeo del escribiente que tras estar siendo derrotado
por la crecida y/o la guerra, no baja la guardia y hace que su historia exista
en un futuro ilusorio. Un pueblo andino asolado por el terrorismo. Ahora, el
narrador está lejos de su patria. Pero recrea la macabra historia con el ahínco
de volver a escuchar esa lluvia de palabras que le fortifican la capacidad de
evocar con todos sus sentidos la historia que se sigue narrando mientras el río
Ebro discurre, inmutable.
“En tus ojos imprudentes”. En
este relato el narrador personaje presenta su punto de vista de la ceguera
acaecida por un disparo en la sien. La escena inicia con un grupo de policías
que están departiendo unas cervezas y Manco, el jefe, invita a un juego. Podría
ser ruletear el tambor del revólver. Luego de la desgracia del disparo el
policía queda fuera de las filas castrenses, son devueltos sus galones por la
esposa y su abuelo, también militar en retiro, muere de pena. Paralelamente a
esta historia del disparo en la sien acaece una historia paralela de una
detonación.
Escenas
de guerra, personajes del campo, recreaciones; y, acaso, la técnica de crear,
mediante escenas aisladas, un todo encumbrado a narrar un magma novelesco.
Heredero, también, de una bella orquestación cortazariana, Catorce Piezas
traslapa el absurdo, la “exploración de posibilidades del lenguaje parco, sin
adornos, de silencios elocuentes: lo “no-dicho” pesando más que las palabras,
furias hirviendo debajo de la piel —quizás una herencia inconsciente de la
dramaturgia del absurdo”; nos dice su autor en la contratapa.
Acoto
este último párrafo, tomado de la contratapa de Catorce Piezas:
Las almas que se purifican, pasando por cuestas del dolor, que todo lo trasunta y trasmuta, hasta descorrer el velo de los deseos frustrados. Un ojo memorial que sopla el viento en deuda por las lágrimas de los derrotados, de los oprimidos, de los humildes. Los recuerdos en Catorce Piezas esgrimen como el bisturí, al cuerpo en agonía, para salvarlo de una vida amodorrada, para reanimarlo como con electroshocks, a la vida nueva. Personajes sufrientes, tropas injustas que alteran el orden vital de sus vencidos. Orden fractal, caos en revuelo. No sale de la historia cada pieza, como no se aísla cada instrumento, de la orquesta de cámara: compactación armónica. Música que entraña doble sinfonía, la del orden, y a la vez el caos, en una música silenciosa que los hombres ordenan para su salvación, durante esta rutina aplastante.
Referencias
Farfán Cedrón, J. (2023). Catorce Piezas. El
Cabuyal Editores.
Biografía del autor de la
reseña:
Jack Farfán Cedrón (Perú, 1973). Escritor y pintor desde 1995. Libros: Gravitación del amor (2010); Amar en la desaparición innombrable, El Cristo enamorado (2011); Las consecuencias del infierno (2013); Higiene del alma (2014); El mandhala de los signos y El paraíso de la ficción (El Cabuyal Editores, 2023). Artículos, ficción y otras obras: Letralia, Los poetas del 5, Revista de Letras, La Ninfa Eco, Campos de Plumas, Libros & Letras, Bogotá Ilustrada, El Hablador, Revista Cronopio y Ouroboros. En 2008, el Indecopi le otorgó el “Reconocimiento por su aporte al respeto y promoción de la propiedad intelectual en el Perú”. El Glorioso Colegio “San Ramón”, de Cajamarca lo condecoró con el “Reconocimiento a su labor como Jurado”, de 2010 a 2024. La Municipalidad Provincial de Contumazá le ha concedido en 2024, el Premio “Mario Florián”, máxima condecoración de esa provincia, reconociéndolo como “hijo predilecto”, por su fructífera labor intelectual. Blog: https://elaguiladezarathustra.blogspot.com/
Biografía del autor del
libro reseñado:
Javier Farfán Cedrón (Trujillo - Perú, 1969). Graduado en Administración y Economía, Flagler College, Saint Augustine, Florida y Máster en Administración, University College Dublin, Ireland, ejerciendo su profesión en gestión de empresas en Perú y Estados Unidos. En la actualidad, cursa el segundo año del Master of Fine Arts (MFA) en Escritura Creativa, Florida Atlantic University, Boca Raton, Florida. Premio “Vanguardia Literaria Cajamarquina” en Narrativa, Gobierno Regional de Cajamarca (2017). Primer Premio y dos Menciones Honrosas, “Primer Concurso de Cuentos Universidad Privada del Norte (UPN Cajamarca, 2004). Autor de los libros de cuentos: En el reino del sol moribundo (Lima, Magreb, 2011) y Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul (Cajamarca, GRC, 2017). Catorce Piezas (Cajamarca, El Cabuyal Editores, 2023) es su tercer libro de ficción.
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