Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul, libro de cuentos de Javier Farfán Cedrón
UNA REFLEXIÓN BASADA EN LA OBRA DE JAVIER FARFÁN CEDRÓN Una tarde de nubes coloradas y árboles de sombra azul REALIZADA PARA LA FELICAJ 2018
Recuerdo
una conversación con Javier Farfán Cedrón una tarde de 2004, mientras esperábamos
ingresar al Hospital de Varones del
Conjunto Monumental, Belén, para participar en una actividad cultural. Le
dije que había visitado al Dr. Manuel Baquerizo, un literato huancaíno de
bastante renombre, y que me había dicho con respecto a un artículo que yo había
escrito para su revista: “Es bueno, pero
falta la segunda parte”. “¿La segunda parte?” “Sí. Usted ha escrito sobre la
inspiración romántica que la sierra ofrece, pero los jóvenes costeños ya buscan
otra cosa.” Javier sonrió y añadió: “Los
jóvenes serranos también.” Esta
conversación me estimuló a escribir A ojo
de pájaro (2005), con su elenco no tan santo que digamos y su trama de música rock.
Javier, por su parte, ha escrito en 2011 su serie de cuentos, En el reino del sol moribundo, y aquí
nos ofrece Una tarde de nubes coloradas y
árboles de sombra azul (Fondo Editorial del Gobierno Regional de Cajamarca, 2017).
Estas obras me han servido para sacudir
la memoria y recordar los movimientos literarios vigentes cuando era un
estudiante: aquellos de la Generación Beat y del Drama de fregadero de cocina.
Ambos movimientos ofrecían una literatura sumamente distante de la dieta de
textos propuestos por la Universidad Gregoriana, en Roma, para el estudio de la
filosofía –una filosofía, dicho sea de paso, totalmente ajena a la vida
diaria–. En novelas como On the road, de
Jack Kerouac y en obras teatrales como Look
back in anger, de John Osborne, el lector se encuentra inmerso en la
realidad de la juventud de aquel entonces. Fue una realidad bastante austera, reflejada en el cine del
neorrealismo italiano, con películas como Roma, Ciudad Abierta, de Roberto Rossellini y Ladrones De Bicicleta, de Vittorio de Sica; películas que
parten de la realidad dura y sin barniz. En el campo de la arquitectura hubo
mucha influencia del Bauhaus y del minimalismo escandinavo –nada de adornos,
sino sólo lo esencial y lo básico; lo imprescindible–.
Esto es lo que Javier hace para el
lector contemporáneo; parte de lo sencillo y lo cotidiano, colgando un anzuelo
para provocarnos pensar, reflexionar y lanzarse, quizás; y lo hace con un
lenguaje pulcro, directo y sencillo. Confieso que a mí, personalmente, me gusta
este lenguaje en que cada frase va directamente al grano. Se abstiene del
lenguaje ampuloso y barroco, apreciado por muchos escritores de habla hispana.
El lenguaje que usa Javier Farfán Cedrón me hace pensar en lo que ha dicho el escritor
huancavelicano Zein Zorrilla, respecto a Julio Ramón Ribeyro, en su ensayo: “Un miraflorino en París”:
“Expió
la culpa de nacer en un país donde la literatura es mero adorno, no herramienta
insustituible de penetración en la realidad, de haber heredado una lengua que
arrastra una carga de quinientos años de retórica de la que no se pudo
sacudir”.1
Javier
Farfán Cedrón sí se sacude de aquella retórica.
Quizás el hecho de que Javier Farfán Cedrón haya
estudiado en los Estados Unidos e Irlanda, y también trabajado en el extranjero,
además de haber servido para pulir su estilo, consistente en limitarse a
expresar lo esencial. Así, cumple con lo que dice John Hersey en The Writer’s Craft: “La Técnica del
Escritor”:
“La
prueba final de una obra de arte no está condicionada por su belleza, sino por
su fuerza y su potencia”.2
Las pequeñas historias que Javier
Farfán Cedrón narra, parten de la realidad diaria, como esta:
“Mi
madre colocó la comida en la vianda y la vianda tenía tres platos blancos de
porcelana”.
Una historia que comienza así, aparentemente
no nos va a sumergir en el gran drama de la existencia humana, en una historia
heroica de batallas ganadas o perdidas, ni tampoco en la pasión amorosa de un
Romeo y una Julieta, o de un André Bolkonski y una Natasha Rostova. Sin
embargo, de hecho, pueda ser la rampa de lanzamiento para una epopeya; porque aunque
lo cotidiano y lo prosaico ya no llamen la atención, es allí donde se
encuentran la trama y la urdimbre de nuestras vidas, y desde “una plaza llena de botellas vacías de
cerveza, de condones y mojones” puedo pensar en viajar por “Marte, Júpiter, Saturno”.
En esta sociedad contemporánea de desecho, en que fácilmente se bota todo como si fuera basura, incluyendo a las personas, mucha gente se encuentra aburrida y siente que la vida no tiene ninguna razón de ser. Hacen caso omiso a lo bello, lo fascinante y lo intrigante que se esconde bajo las narices:
"–quieren
volar entre Marte, Júpiter y Saturno, pero no han comprendido que primero hay
que caminar, con todos los sentidos atentos, entre las botellas vacías de
cerveza, los condones y los mojones."
Hace falta aprender de César Vallejo.
Cuando él estudiaba en la escuela primaria de Santiago de Chuco, su profesor lo
llevaba, con su hermano Miguel, a las ruinas de Andaymarca. Allí, inicialmente,
el futuro poeta veía sólo las piedras, pero luego aprendió a ver mucho más que ellas;
y este más se encuentra plasmado en
su obra poética. En las palabras de Antoine de Saint Exúpery, aprendió precisamente
a ver no sólo con los ojos, sino también con el corazón; y cuando alguien ve
con el corazón, puede lanzarse a
dimensiones, profundidades e inmensidades, insospechadas.
En sus cuentos, Javier Farfán Cedrón se distancia de mucha literatura y cinematografía peruana contemporánea –y de aquellas de otros países también– que de igual modo parten de lo común y lo cotidiano, pero lo hacen con un lenguaje verbal y corporal, sumamente soez. En ningún momento confunde Javier Farfán Cedrón lo sencillo con lo soez; más bien nos deleita con una serie de cuentos limpios y estimulantes. En vez de estar ahogados bajo Cincuenta sombras de Grey, nos encontramos entre “nubes coloradas y árboles de sombra azul”.
Miguel
Garnett,
Cajamarca,
Agosto
de 2018.
Citas:
1.
Zein Zorrilla. Un miraflorino en París. Lluvia Editores, Lima, 1998, pág. 43.
2.
Op. cit, contracarátula.
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