El triste oro del tiempo, by Jack Farfán Cedrón

 


Dedicado a la santa memoria
del Padre Luis Rebaza Neira,
En olor a santidad

 

El triste oro del tiempo. Ya premunidos por lo que sobrevenga luego de la muerte; ya benditos por los nacimientos familiares; ya preparados para la muerte, como siempre nos aconsejabas, Padre Luis Rebaza Neira. Estás sonriendo, suspendido en la cúpula celeste adonde el Señor te erigió para ser un vigía espiritual de nuestros destinos. Eres el padre, eres el hijo, el guía con cayado de luz que ilumina, la sombra del lugar, la semilla que germina. Si todos tus hijos te aclaman, Siervo de Dios; si todos tus estudiantes te honran, serás el costado de Cristo, serás sus heridas y el fabuloso y esplendente amor de nuestra amadísima madre, la Virgen María. La vida andante por pueblos polvorientos, por collados obscuros, donde, a templanza limpia y renunciamientos, forjaste tu carácter de caminante de los pueblos. Desde un eco penumbroso se alzan tus pasos ascendiendo a la plenitud de la luz que necesitamos. ¿Y para qué, acaso, la tristeza que jamás nos acompañaba? Para estar preparados, nos repites. Para que la muerte no nos tome con sorpresa. Para que la vida rebulla, estoquee los árboles torcidos, entrometidos en nuestro bosque por cruzar; para que el rebaño no sea de cerdos sino de ovejas juntas, a tu santa memoria, por toda la ciudad encendida llameando un responso, de camino hacia el cielo, en aquel funéreo camino que nos daba serias esperanzas de verte llegar vivo. ¡Pero llegaste eterno! Así fue la santa voluntad del Señor, así te queremos todos nosotros. Te llevamos en la sangre, te adoramos en secreto. Te cantamos cuando ora la voluntad y los recuerdos empapan nuestras lágrimas; te cantamos salmos, te susurramos por aquella sabiduría que un día, tomándonos de las manos nos heredaste, ¡Oh, padre que en el cielo aguardas! Porque lleguemos, algunos; y otros, porque diariamente nos convirtamos al bien, a la calma. Sagrado de ti, bendito, espacio de tiempo infinito para nuestros sueños cumplidos; que en salmodias matinales nos envías la gracias de estar vivos, de pronunciar una oración al despertar; para que ese amor inconmensurable a Dios no se extinga por siempre jamás.                            


[agosto 6, 2024]

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