"De pie al cadalso de las transformaciones", by Jack Farfán Cedrón

 

De pie al cadalso de las transformaciones

 


Ardiendo en la cumbre del secreto más puro, entregado a la maravillosa estación del dolor a cuentagotas; el dolor que se soporta y se disfruta, bajo el epítome de la palabra que estalla en el culmen dipsomaníaco, palabra libre de presa, dispersa en los claros, como espejos sobre las lomas de la ira.

 

Los ojos alcanzan infinito estelar, deslumbrante noche. Negra sobre negra, alba ritmando sincronizados dedos redoble, a ectopausas, redoble.

 

Pregonar, asilado en la premura, el vuelo desesperado, en llamas. Estados de gracia que componen el más puro rodar de cruces.

 

Viviremos, en un pie, el cadalso de las transformaciones, mientras ríos tormentosos después de las borrascas negras, espanten almas en cadena, velas por nosotros enfiladas. Blancos cementerios cuya oscilación allá arriba, casuarinas fantasmas enlucen.

 

Agonía de los que aún respiran, de aquellos mares celestes que la imaginación proclama, piedras flotantes en la estela recordada de una batalla de naves insufladas por el viento de las maravillas, a solas.

 

Imagino fotografías que las muchedumbres han retratado en la velocidad demencial del paso del tiempo.

 

Aislado en el secreto loable, palabra que, lanzada por arquero fantasma, hacia una nube que reventará flamas celestiales. Para que luceros broten árboles de vida, flores diásporas velando polvo salvaje, amarillo, fragante. Estación a la puerta de un paraíso extraviado para los dementes.

 

Carreteras levantan aguas, marrón oscuro; sierpes levitando transcurren en decurso a la loca imprecación de lo que en línea recta se dirige al averno.

 

Lo explicable, lo dilucidado a dos índices filosóficos. Tarea desquiciada de una historia poco explicitada bajo capirote medieval. Aguas errantes corroyendo la peña desde donde nace el agua de un génesis tripartito enturbiando la breve como latosa pose filosófica. Cancerbero tricéfalo aguardando que tiembles, para devorarte a la entrada del cuarto oscuro, tales huellas aún no posadas, tal extensión umbría aún no dibujada a ras del suelo, o sobre desierto que por reflujo espejeante procrea fantasmas en vela.

Jack Farfán Cedrón

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