"Rayuela", de Julio Cortázar; by Jack Farfán Cedrón
La novela es un género collage que abarca todos los géneros. Poesía, cuento, ensayo, crónica, subvierten sus hábiles recursos narrativos a favor de la arquitectura de una novela. Rayuela (1963), de Julio Cortázar, es un ejemplo claro y suficiente para no poner límites en cuanto a narrar una historia de largo aliento se trata.
Tomando como referencia el juego
de la rayuela, el Cronopio echa mano de recursos lúdicos, como los saltos
arbitrarios, de capítulo a capítulo; las morellianas, que no son otra cosa que
pequeñas críticas literarias que un alter ego, Morell, podría ser el
mismo autor, desgrana a cápsulas; las locuras de El Club de La Serpiente, y
también las ocurrencias de la Maga.
La tabla de dirección, aparentemente una “guiñada de ojo”, nos hace creer, como lectores acostumbrados a historias lineales, que existe un orden implícito en lo que se viene. No es así. Digamos que el orden caótico (valga el oxímoron) de Rayuela, es su caos poético. Ese es su génesis, aunque tenga tres bloques narrativos bien definidos (Del lado de acá, Del lado de allá y De otros lados), el lector que ha creado Cortázar, hacia el final (si cabe haya uno), es un lector activo, un lector macho; como él mismo lo ha llamado en su famosa Teoría del túnel; es decir que, tras finales abiertos, sin rumbo, el lector podrá redondear los capítulos a su antojo, caras de la moneda echadas al azar, destinos múltiples y complejos de sus personajes; vuelos poéticos, surrealismo, caos de lo bello, Rayuela es el claro paradigma de la metanovela, de la novela-universo, de la novela-collage, el armatoste literario que literalmente quiere comerse el mundo de una sola bocarada. Acostumbrados a la novela lineal, los latinoamericanos recibimos como una bomba literaria para el medio, a este artefacto bellamente cimentado en las bases de la antinovela. Ya un Alfred Jarry, mentor de la Patafísica, o un James Joyce, que se burla a su antojo del lector que todo lo cree, moviendo a su gusto los hilos de sus personajes en Ulises, sopló nuevos e imperecederos aires en la nueva narrativa universal, y Rayuela persigue esa bella impronta narrativa.
Jack Farfán Cedrón
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