MARÍA, MADRE SANTÍSIMA, by Jack Farfán Cedrón
Cuán sabios somos
al creer en tus oraciones
de rosas desgranando los dedos;
sabios somos al distanciarnos del mal,
que muchas veces
no es más que muchedumbres.
No habrá peligro más grande
que mis pensamientos dañinos
y tan vasta dicha que la tuya,
¡María, Madre Santísima!;
no habrá mal que sea una prueba
de que estás ahí para socorrernos,
si, enmendar el mal podemos
de un solo tajo,
como la guadaña corta la hierba.
¡Devuélveme a mi ruta espiritual!
¡Que renazca en la celestial
materia luminosa!,
¡que me sepa perdonar
mi propia conciencia,
ante toda tribulación y caos!,
¡que renazca mi niño interior,
que nunca me abandonará!
Eres el canto interior,
eres el nudo desatado,
aquí, en mi mente;
luz divina
en la extensa madrugada,
luz necesaria
bajo las llamas del poder,
insuflando la memoria de las nubes.
¡Creo en tu luminosa presencia,
en el sol suficiente que eres!
María, Madre Santísima,
de mirar calmo,
de risa aquea,
de río tu presencia.
Amainas en la angustia,
riegas en el destierro,
en la morada, cada vez más sola,
en los pasos ya detenidos,
de alguna mujer aparecida,
de espaldas, Isabel,
en la esquina imposible del azar.
Los ojos angustiosos,
los sauces calmos.
En la lluvia venidera
nos veremos partir,
a solas,
ensordecidos
por la claridad de lo perfecto;
a solas, en la música sencilla
de tu silencio:
¡Oh, María Madre Santísima!
Agosto 18, 2022
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