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EL FUEGO DE LA EXISTENCIA, por Jack Farfán Cedrón

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    Ningún intelectual se debe a su terruño, ni a su morada o a su patria; no a las babas del reconocimiento; no a los lectores que nunca opinan un carajo, ¡no! Los intelectuales no se deben, en suma, a nadie, excepto a su trabajo. De seis a seis, sin excluir domingos. Mientras haya incendios, inundaciones, terremotos, bombardeos, deslizamientos, política; antes, mucho más debe trabajar, como un negro el intelectual. Las pocas horas que le restan del trabajo con el que se gana la vida; esas, debe aprovecharlas a toda máquina. Aquí, en esta dura pelea de natos escritores y máquinas pensantes no hay tregua, no hay descanso, no hay padrinos, no hay vara. Ni siquiera hay un plato rajado en que beber agua, como gato; o beber la luna de agua sobre el plato lechero. Si te atrofias como un nigromante, encerrado en la cueva de las sombras etéreas, ese no es problema de los otros; es sólo tu problema. La vida bulle, quema, arde, se incinera. Se están matando allá afuera. Pero ...

"Cantárida", por Jack Farfán Cedrón

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CANTÁRIDA Una flor traslúcida En medio de la catarata de luz Peina la rama tranquila en que estoy Ventiscas enfrente La otra ribera Liado moscardón Al pesar de horas secretas Una finísima chorrera aviva el transcurso Desde el oscuro destiempo Hacia el oro delta Donde urden qué paz montañas secretas El hielo del parlante pasado deglutido  Será por lis deshojando de días y días Si el lago calmo hereda del reflejo Sumo eco de voces Cantárida al fleje entre montañas de duda Y liliáceo dormido De orquídeas ¡Respirad el aire que dejas! ¡Oh, fortuna de los dones¡ Jack Farfán Cedrón noviembre 9, 2025

"Cirro de amor dorado", por Jack Farfán Cedrón

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  CIRRO DE AMOR DORADO Te adoro mientras derrama su sangre el último cirro de la tarde, leal a ti, como un mitómano salvaje que emprendiera un viaje sin retorno; te adoro mientras recorro la carne viviente de tus labios, con la alegría de un ser enloqueciendo entre sus lágrimas. Te adoro con la sola bondad de una pluma sin peso, restando del átomo del aire que respiras, todo el amor que eres. Ante la ciega noche y sus bombardas azules, te adoro con la solariega canción del soplo, ¡Oh, amantes lejanos! Te adoro cuando no estás aquí, cuando me atas a tu bendito recuerdo, cuando ríes para que todas las alegrías nos circunden, cuando arde el tiempo mientras permanece la hora del exilio. Te adoro mientras la llama celeste une su santidad a la flama inextinguible, la del amor eterno como fugaz es el humo que se disipa entre las nubes etéreas. Porque de oro es el amor, te adoro cuando te contemplo, y tú, distraída; cuando siento tras de mí tus ojos amándome en silencio; porque amo todo lo...

"El sueño del ángel", por Jack Farfán Cedrón

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N o tuvo pena, ni lágrimas rodaron por sus mejillas, encarnadas ya para aquella hora, en que la rosa estrangulada destella la armonía más perfecta en su arrebol. No hubo risas; más sí, una agradable charla, en que, del verbo la luz habita, y la luz le pertenece a un cuadro, donde un ángel los imagina. Inánimes, caminaron hacia la ciudad y sus espectros; y se asieron contra sus cuerpos yertos; allá donde las almas platónicas, en comunión con su doble, se besan, inventando la inmortalidad instantánea. Caminaron, hablando de lo que no existía; ahora, en este mundo, su mundo. Fue el paseo más hermoso que habían dado en sus vidas, en la hora ya sin tiempo que del amor nace, como brotes o tiernas alas. Rodeando la ciudad, como procesión de farolas coloridas; en medio de la noche impasible, sin perder sus pasos, juntos, como dos almas que se abrazan. El resto de la historia se la relatan a los colibríes las almas benignas de los Cedrón, quienes velan la casa de El Roble, en Huaquillas. Pero, ...

"Ángel", por Jack Farfán Cedrón

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Imagen : https://pixelsmerch.com/featured/angel-photography-spiritual-angel-guardian-angel-in-prayer-angel-praying-kathy-fornal.html?product=art-print T razas círculos divinos con tus frágiles dedos de algodón, en lo extenso del cielo, nuestro cielo.   La música celeste del espíritu, Ángel, precisa un lenguaje de clara sinfonía, de lira principia, allende los fuegos; entre cirros dorados, carmesí, amarillos, desliendo a lo largo claro del día soñado; de improntas, que destellas a tu paso; si es que lo tuyo no es andar sobre mi tierra de espinas, sino deslizarte como flamencos; oleando el sueño del atardecer, despertaran al soñante, de la fiebre del amor que estalla lejos.   La noche, en vaivén fragoroso, te aduerme, como a una niña recién nacida; persiguiéndote, a instantes, con las líneas de una ciudad sumergida, en los sueños; arrullando más los deseos rotos que las promesas cumplidas; que las vanas esperanzas ...